Miles de personas sin hogar no podrán votar en las elecciones al Parlamento Europeo

Miles de personas sin hogar no podrán votar en las elecciones europeas ©Geert Vanden Wijngaert/AP

Miles de ciudadanos europeos no podrán votar en las próximas elecciones europeas, aunque quisieran: las personas sin hogar. Según Feantsa, una red de asociaciones de este ámbito, casi 900.000 personas de los 27 Estados miembros de la Unión Europea viven en la calle, en centros de emergencia o en alojamientos temporales.

Aunque es complicado calcular el porcentaje exacto, lo cierto es que muchos de ellos son ciudadanos de alguno de los países de la UE, no necesariamente de aquel en el que se encuentran. Aunque teóricamente tienen derecho a votar, a menudo están físicamente incapacitados para acudir a las urnas.

"Si no existes desde el punto de vista administrativo, no puedes votar"

En varios países, como Italia, existe de hecho un obstáculo administrativo importante: para votar hay que tener una residencia. Y estas personas muy a menudo no la tienen.

Incluso en otros Estados, como Bélgica, necesitan una dirección permanente donde poder empadronarse, explica a 'Euronews' María José Aldanas, de Feantsa, que ha realizado una investigación sobre el derecho de voto de las personas con dificultades de vivienda en los países de la UE. "Viviendo en alojamientos temporales, en albergues o en la calle, es difícil empadronarse en una dirección permanente".

"Estas personas tienen derecho a votar, pero de hecho no lo ejercen", afirma Manuel Lambert, de la asociación Ligue des Droits Humains, que también se compromete a garantizar los derechos de otros colectivos vulnerables, como los presos o las personas con problemas mentales. "El principio igualitario de que todo el mundo tiene un voto no es suficiente en estos casos. Se necesitan políticas específicas para romper barreras".

En este sentido, el Parlamento Europeo ha pedido que se reconsidere la prueba de residencia como condición para emitir un voto. Según informa Feantsa, actualmente se están debatiendo dos directivas sobre el tema, pero ya es demasiado tarde para estas elecciones.

Un sindicato para las personas sin hogar en Bruselas

Muchas personas, por tanto, quedarán excluidas de las urnas. Y no se trata solo de personas que duermen a la intemperie o en estaciones de metro, sino también de individuos en situaciones de vivienda complicadas, con todos los matices del caso.

Por eso Laurent d'Ursel, secretario del sindicato Immenses, cuestiona el término 'sin techo'. Immenses es un acrónimo que, traducido del francés, significa: "Individuos inmersos en una enorme mierda material, pero no sin necesidades".

D'Ursel se refiere a los miembros de su sindicato como 'sans chez-soi', literalmente, sin un lugar propio. Personas que se reúnen con la idea de echarse una mano mutuamente, no solo para satisfacer sus necesidades básicas, sino también para participar en actividades recreativas y culturales. "Esta noche dormirán en un centro de servicios sociales, en casa de un amigo, en una casa ocupada o en un hotel", explica a 'Euronews'.

Todos los lunes por la mañana hay una reunión operativa con las citas de la semana: intervenciones de apoyo, eventos, cursos de idiomas e incluso excursiones de fin de semana. Se celebran en un local cercano a la Estación Sur de Bruselas, un lugar popular entre las personas sin hogar, que pueden ducharse y lavar su ropa aquí por el simbólico coste de un euro.

Se incluye en el orden del día el tema del voto, que nunca antes se había abordado. La mayoría de los presentes son ciudadanos europeos, pero no todos tienen la posibilidad de votar. Como Joëlle, una señora de mediana edad con un pasado en Oriente Medio y una vida actual bastante precaria.

"No tengo dirección, porque perdí mi vivienda y ya ni siquiera tengo carné de identidad, porque me robaron los documentos. Soy belga, pero no existo como ciudadana de mi país. Y si no existes administrativamente, pues no puedes votar", dice.

En principio, en Bélgica bastaría con obtener una dirección de referencia, que podría ser incluso un alojamiento temporal, para empadronarse en un municipio y recibir comunicaciones oficiales.

Pero el proceso suele ser largo y complicado, y quienes cambian de alojamiento, generalmente contra su voluntad, tienen que empezar de nuevo, explica otra persona.

"No puedo volver a mi dirección administrativa oficial, porque ya no me dejan entrar en el edificio: era una residencia de ancianos, de la que me echó la policía", dice Roberto Marzipani. Es un ciudadano alemán que habla mejor inglés que francés, con un pasado como fotógrafo, como demuestran un par de instantáneas bien tomadas durante la entrevista. No ha perdido su oficio, y cuando se encuentra con personas tiradas en lugares peligrosos, las fotografía para informar de la situación a sus compañeros del sindicato.

Otros afiliados, como Toni o Jolie, pueden acudir a las urnas en su lugar. Él es hijo de belga y portuguesa, y le gustaría poder votar desde aquí a candidatos de Portugal. Señala, en flamenco, lo complicado que es interesarse por las elecciones para gente como ellos.

"Sería bueno que, como ciudadanos europeos, también pudiéramos votar por candidatos de otros países de la UE"

¿Votar es el menor de los problemas?

Votar apenas figura entre los intereses de las personas con dificultades de vivienda. A menudo porque no reciben la información correcta sobre las fechas de votación o la inscripción necesaria.

Pero quizá también por una sensación generalizada de lejanía entre la contienda electoral y la vida real: según los expertos, las prioridades son otras, y cuando hay que pensar en qué comer o dónde dormir, resulta difícil preocuparse por a quién votar.

"El resultado de las elecciones, el impacto del resultado de su voto en su situación personal, está infinitamente lejos. Y cuando se vive en modo de emergencia, de supervivencia, esta no es ciertamente la prioridad", conjetura Laurent d'Ursel, también candidato en Bélgica, pero a las elecciones nacionales con la lista Ecolo.

Cualquier reflexión al respecto, dice, depende sin embargo de los interesados, quienes, al menos en el sindicato Immenses, no parecen dispuestos a renunciar a su derecho, ni tan alejados de la política.

Los hay que critican ferozmente a la presidenta de la Comisión Europea sin nombrarla, los que querrían luchar contra la injusticia y la pobreza en su país de origen, y los que incluso en un periodo difícil de su vida brillan por su sentido cívico: "Si no votas, no puedes quejarte de que las cosas no cambien".

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