Arrancan las elecciones europeas en un contexto de policrisis y malestar económico

Las elecciones al Parlamento Europeo comienzan el jueves y culminarán el domingo 9 de junio. ©European Union, 2024.

Las elecciones al Parlamento Europeo han dado el pistoletazo de salida: los colegios electorales de los Países Bajos abrieron sus puertas el jueves por la mañana y los ciudadanos neerlandeses empezaron a depositar su voto.

A lo largo de los próximos tres días, los otros 26 Estados miembros seguirán progresivamente su ejemplo, dando lugar a un ejercicio democrático transfronterizo que culminará el domingo por la noche, cuando se espera que emerja la imagen del nuevo hemiciclo.

La ocasión llega en un momento precario e incierto para el bloque, que en pocos años se ha visto afectado por crisis consecutivas que han reconfigurado profundamente sus políticas, desafiado sus viejas creencias y ahondado sus temores existenciales.

Mientras los europeos preparan sus votaciones, en Ucrania, país fronterizo con cuatro Estados miembros y que aspira a incorporarse algún día a las filas de la unión política, se desata el mayor conflicto armado del continente desde la Segunda Guerra Mundial. Esto ha hecho que los Gobiernos de la UE se apresuren a encontrar dinero adicional para aumentar sus capacidades de defensa, una tarea desatendida durante décadas bajo la complacencia de los tiempos de paz.

Aunque la posibilidad de un ataque ruso es motivo de creciente preocupación, sobre todo en el frente oriental, donde aún resuenan los recuerdos de la ocupación soviética, a los europeos les preocupa ante todo el impacto inmediato y tangible que ésta y otras crisis han causado en su vida cotidiana.

Los elevados precios al consumo, la pérdida de poder adquisitivo, el aumento de las desigualdades sociales y el estancamiento del crecimiento económico son los temas que más preocupan a los votantes, que los sitúan sistemáticamente en primer lugar entre los asuntos a los que la UE debe dar prioridad en el próximo mandato.

Pero hay otros temas candentes que hablan directamente del papel de la UE y ponen su responsabilidad en el punto de mira.

El aumento de las solicitudes de asilo -unos 1,14 millones en 2023, la cifra más alta en siete años- presiona para que la recién aprobada reforma migratoriadel bloque dé resultados rápidos, aunque la legislación tarde dos años en entrar en vigor. La reacción contra el "Pacto Verde", resumida en las protestas de los agricultores, entra en contradicción con el agravamiento de los efectos del cambio climático (2023 fue el año más caluroso jamás registrado) y con los ominosos informes que advierten de que el objetivo climático de 1,5 °C se aleja irreversiblemente. La pérdida de competitividad frente a Estados Unidos y China deja al descubierto los deficientes flujos de inversión de la UE y alimenta los llamamientos al endeudamiento conjunto, la consolidación empresarial y la revisión financiera.

A estas preocupaciones se suman la guerra entre Israel y Hamás, que ha provocado una furiosa contestación entre la juventud europea; los cambios demográficos que presagian una mano de obra envejecida y menguante; el continuo desprecio por el Estado de Derecho; la amenaza de injerencias, desinformación y sabotaje extranjeros; y una serie de atentados escandalosos contra políticos, incluido un intento de asesinato del primer ministro de Eslovaquia.

Expertos y observadores han resucitado el término "policrisis" para definir el volátil estado de cosas en la década de 2020. Un fenómeno "en el que crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto global supera con creces la suma de cada una de las partes", en palabras del Foro Económico Mundial.

Tensiones latentes

Con este sombrío telón de fondo, unos 373 millones de votantes acudirán a las urnas para elegir a los 720 diputados al Parlamento Europeo, cuyo mandato abarcará cinco años e influirá en la legislación destinada a abordar los crecientes retos que acucian al bloque.

No es de extrañar que la principal narrativa de este ciclo electoral haya sido el ascenso de los partidos duros y de extrema derecha, ya que estas fuerzas, con sus propuestas radicales y no probadas, tienden a prosperar en tiempos de ansiedad y desesperación. La Agrupación Nacional francesa, los Hermanos de Italia, el Partido de la Libertad neerlandés, el Partido de la Libertad austriaco son algunos de los que se prevé que obtengan buenos resultados y aumenten su representación en Bruselas.

Con los liberales y los verdes a punto de perder escaños y los socialistas previsiblemente conservando su cuota actual, las tendencias presagian un giro a la derecha en el próximo hemiciclo, que hará difícil, o imposible, repetir el ambicioso impulso legislativo de los últimos cinco años.

Pero el grado de influencia de la extrema derecha es una incógnita.

La expulsión de Alternativa para Alemania (AfD) del grupo de extrema derecha Identidad y Democracia (ID) en el Parlamento Europeo, provocada después de que su candidato principal dijera que no todos los miembros de las SS eran criminales, dejó al descubierto las grietas entre las facciones nacionalistas, que, a pesar de sus puntos de vista comunes sobre el Pacto Verde y la migración, siguen enfrentadas en otras cuestiones cruciales como Ucrania, Rusia, la OTAN y China.

El próximo Parlamento Europeo tendrá 720 legisladores, frente a los 705 actuales.Unión Europea, 2024.

La debacle de la AfD desató un aluvión de especulaciones sobre cómo se reorganizarán los partidos duros y de extrema derecha en la próxima legislatura, con todas las miradas puestas en la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, comotodopoderosa agente de poder. La francesa Marine Le Pen y el húngaro Viktor Orbán han estado presionando a la primera ministra para crear un grupo más amplio de fuerzas nacionalistas y euroescépticas, que podría convertirse fácilmente en el segundo más grande.

La creciente influencia de Meloni también ha salpicado a la corriente dominante. Ursula von der Leyen, que aspira a un segundo mandato al frente de la Comisión Europea,ha cortejado públicamente a la líder italiana para asegurarse de que sus eurodiputados voten a favor de la presidenta. Sin embargo, esta maniobra corre el riesgo de volverse en su contra, ya que aleja a los partidos centristas que hasta ahora han apoyado la agenda de von der Leyen, y que ella necesita para ser reelegida.

Las maniobras de Von der Leyen podrían ser, de hecho, el verdadero tema de este ciclo electoral

Su familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), de centroderecha, se ha ido acercando gradualmente a algunas posiciones de la minoría de extrema derecha, sobre todo para suavizar, o incluso eliminar, la regulación medioambiental. Los progresistas están indignados por este acercamiento, que según ellos normaliza las políticas reaccionarias, desmantela el 'cordón' sanitario y socava los pilares fundacionales de la Unión.

Aunque se espera que la tradicional "gran coalición" de partidos proeuropeos conserve su mayoría de Gobierno, el PPE, como formación más numerosa, podría desbaratar por sí solo este acuerdo duradero alineándose con los de su derecha caso por caso. El mes pasado, el PPE se negó a firmar unadeclaración conjunta de condena de la violencia política que incluía el compromiso de no cooperar nunca con "partidos radicales a ningún nivel". Semanas después, los liberales, que respaldaron la declaración, se vieron sumidos en la confusión después de que sus colegas de los Países Bajos llegaran a un acuerdo para compartir el poder con la extrema derecha de Geert Wilders.

Estos acontecimientos han exacerbado las tensiones en vísperas de las elecciones, provocando amargas recriminaciones y acusaciones entre rivales.

La tensión culminará cuando von der Leyen se enfrente a su (posible) audiencia de confirmación en septiembre, la primera prueba política para el nuevo Parlamento Europeo, que probablemente será la más agitada de la historia del bloque. Pero antes de que eso ocurra, los europeos tienen que votar.

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