Susana Carmona, neurocientífica: "quienes han sido mamás tienen un cerebro más joven"

No hay ninguna madre, o son muy pocas, las que niegan que su cerebro haya cambiado después de la maternidad. Y es que la Ciencia así lo está demostrando y cada vez con más firmeza. El cerebro cambia durante el embarazo y la maternidad, tal y como ha probado la neurocientífica Susana Carmona, investigadora del grupo CB/07/09/0031, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).

Nos ha concedido una entrevista a Europa Press Salud, con motivo de la publicación de ‘Neuromaternal’ (SineQuaNon), un libro en el que recoge todas sus investigaciones desde 2008 sobre el tema y que explica toda la evidencia científica que hay hasta el momento en la materia.

Precisamente, en ‘Nature Neuroscience’ publicó su primer estudio científico en 2017. Se trataba del primer trabajo científico que evaluaba el cerebro de una mujer antes de su primer embarazo y después, y cuantificaba las regiones que cambian. "Se ven unos cambios espectaculares, de manera que se ha abierto un nuevo paradigma de estudio a nivel internacional que investiga esto", nos confiesa.

Así, la también líder del Grupo de Neuroimagen neuromaternal del Hospital General Universitario Gregorio Marañón afirma que "el cerebro cambia fundamentalmente con el embarazo y cuanto más lo hace, mayor es el vínculo con el bebé".

Estos resultados tuvieron mucho impacto y en seguida se trasladaron a la divulgación, según cuenta, si bien lamenta que, a veces, no se entendieron bien y todo se quedaba en que se reducía el volumen de la sustancia gris en ciertas regiones del cerebro, y las informaciones se llevaban a lo peyorativo y a la anécdota de que ‘a las mujeres se les atrofiaba el cerebro con el embarazo’; por eso escribió el libro, para traducir a un lenguaje divulgativo lo que realmente decían los trabajos científicos.

NO SÓLO CAMBIA EL CEREBRO EN EL EMBARAZO

Aquí se muestra sorprendida de que prácticamente es de conocimiento común que cambia el cuerpo de la mujer con el embarazo, si bien hasta ahora nadie se había preguntado qué sucedía en el caso concreto del cerebro: "Cuando estás embarazada se crea un órgano nuevo, endocrino, la placenta, que libera unas moléculas, principalmente hormonas, que le van a decir a todo tu cuerpo que debe trabajar en unos parámetros diferentes, y que por ejemplo, va a ‘hackear’ el sistema inmune, para poder gestar, parir y criar".

A su vez, recuerda esta investigadora del CIBERSAM que esas moléculas que van al sistema inmune dicen que no sólo no deben no atacar al bebé, sino que deben protegerle; al mismo tiempo que cita, por ejemplo, que el sistema circulatorio también con la gestación debe fabricar y bombear más sangre; o el hecho de que los riñones filtran de forma diferente.

En el caso del cerebro, dice que las hormonas son capaces de entrar en el cerebro, porque muchas de ellas atraviesan su barrera macroencefálica, y las neuronas y las otras células cerebrales tienen receptores para ello: "Cuando las hormonas se unen a éstas se ponen en marcha mecanismos de neuroplasticidad; todo esto lo sabemos por modelos animales, pero en humanos no se había estudiado", reconoce esta neurocientífica.

En humanos, según prosigue, hasta que no hizo un estudio sobre el tema no había nada serio hecho. Sí que había desde hace 50 años estudios sobre todo en ratas. "Éstas, normalmente, o atacan o evitan a las crías. Se ha visto que cuando se les administra un régimen hormonal similar al del embarazo, modificas su cerebro y ese animal se comporta maternalmente. El enlace entre hormonas de la gestación, cambios cerebrales y conducta maternal está muy establecido desde hace 50 años en otros mamíferos placentarios. Lo nuevo que hemos hecho es explorarlo en humanos", apunta esta investigadora.

CÓMO CAMBIA EL CEREBRO CON LA GESTACIÓN

En su grupo de investigación, Carmona explica que han observado con resonancia magnética reducciones en el volumen de la sustancia gris durante el embarazo, que normalmente se atribuyen a una atrofia, y que son muy similares a las que ocurren en la adolescencia, cuando el volumen de sustancia gris disminuye.

"Un adulto tiene un menor volumen de sustancia gris que un niño. Durante la adolescencia, se produce un aumento en las hormonas sexuales que modifican el cuerpo de la niña para convertirlo en el cuerpo de la mujer, y también modifican su cerebro, a través de diferentes procesos, que se traducen en una reducción del volumen de la sustancia gris. De manera que no siempre más es mejor, y menos es peor. Depende de todo el contexto", tal y como describe.

ACTIVACIÓN DE DETERMINADAS ÁREAS DEL CEREBRO

Ahora bien, a nivel funcional, sostiene esta experta del Gregorio Marañón que sí se producen ciertas activaciones en determinadas regiones cerebrales, por ejemplo, en aquellas que codifican la motivación o la necesidad de actuar o de estar en contacto con el bebé, "como si el bebé en los primeros días representa un estímulo apetitivo para la mamá", y cada vez que la madre ve al bebé, se activa este núcleo cerebral tan implicado en el deseo.

"En modelos animales sabemos que una vez que esto ocurre, que las hormonas del embarazo preparan al cerebro de la mujer para que el bebé sea lo más relevante, luego las hormonas desaparecen de la ecuación y es la interacción con el bebé la que modula el cerebro de la madre y la conducta maternal. Es decir, no sólo se llega a la conducta maternal a través de las hormonas de la gestación, sino que hay diferentes rutas, unas son más fáciles y rápidas, y otras son más lentas", aclara.

Eso sí, advierte esta investigadora de que no tiene por qué ser malo que se reduzca el volumen del cerebro de las madres, poniendo el caso antes citado de la adolescencia. Dicho esto, recuerda que hay muchas mujeres que dicen que su cerebro no ha vuelto a ser el mismo después de ser mamá.

LOS INTERESES DE LAS MADRES CAMBIAN

Por ejemplo, mantiene que en el metaanálisis muestra que al final de la gestación y al principio del posparto las mamás puntúan peor en las tareas de memoria que las no embarazadas, y que estos efectos disminuyen cuando se controlan por sueño, alimentación, depresión, y por síntomas afectivos: "También se ha observado que, si en lugar de hacerles recordar unas palabras aleatorias, se hace de cosas relacionadas con el bebé, las embarazadas y mamás puntúan más alto; es decir, que al final todo responde a un cambio de intereses".

Por otro lado, remarca que el bebé tiene la capacidad de secuestrar nuestros recursos atencionales, según prosigue: "Si los recursos mentales los dividimos como si fuera un pastel, y lo dividimos en porciones, ahora mismo, mi hija se ha comido la mitad del pastel, hay una parte que está atenta para lo que pueda pasarle a ella, y si está presente todavía esto es peor".

Por eso, aboga Susana Carmona por contextualizar los déficits cognitivos y de memoria de los que tanto se habla de que son típicos del embarazo y de la maternidad, sabiendo que gran parte de los recursos mentales de la madre están dedicados a estas otras tareas o a aprendizajes, que parece que no tienen ningún valor, pero que en muy poco tiempo tienes que aprender a cuidar de un ser humano porque si no se muere.

"Es importante remarcarlo, no es lo que yo pierda, sino todo lo que tengo que aprender y que mi cerebro se tiene que adaptar a este nuevo papel de cuidar algo indefenso, y que es mucho más relevante que de acordarte de dónde están las llaves", agrega.

Igualmente, menciona que hay estudios transversales en mujeres de edades más avanzadas, en mujeres que fueron mamás hace décadas, con 70 años, y que demuestran que quienes han sido mamás ejecutan mejor en tareas cognitivas y tienen un cerebro más joven.

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