¿Por qué Orbán, Meloni y Fiala están enfadados por los altos cargos de la UE?

Viktor Orbán, Giorgia Meloni y Petr Fiala han expresado su descontento por el reparto de los altos cargos de la UE. ©European Union.

¿Quién debe dirigir la Unión Europea en los próximos cinco años? Diez días después de las elecciones a la Eurocámara, la pregunta sigue sin respuesta.

El lunes se celebró una cumbre informal en Bruselas en la que no se lograron los avances necesarios, a pesar de que el trío de favoritos para los puestos más importantes parece que ya está decidido: Ursula von der Leyen para la presidencia de la Comisión Europea, António Costa para la presidencia del Consejo Europeo y Kaja Kallas para Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Sobre el papel, la selección cumple con todos los requisitos: diversidad política, geográfica y de género. También es una lista de caras conocidas que se han codeado con los líderes del bloque comunitario durante los últimos cinco años y es poco probable que protagonicen grandes sorpresas.

Aun así, no hubo acuerdo. Las reuniones bilaterales y a tres bandas entre los principales partidos, el Partido Popular Europeo (PPE), los socialistas y los liberales, ayudaron a salvar las distancias, pero quedaron empantanadas por las exigencias maximalistas del PPE.

El próximo 27 de junio se celebrará una cumbre para intentar, de nuevo, alcanzar un acuerdo. Mientras tanto, han comenzado las recriminaciones entre los políticos. Algunos dirigentes han expresado su descontento y frustración por la forma en que se están llevando a cabo las negociaciones.

"La voluntad del pueblo europeo ha sido ignorada hoy en Bruselas", señaló el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, al término de la reunión del lunes. Orbán atacó al PPE, que ganó cómodamente las elecciones, por repartirse los primeros puestos con los socialistas y los liberales, que quedaron en segunda y tercera posición en la lista de votos, respectivamente.

"No les importa la realidad", indicó Orbán. "No debemos ser ingenuos: seguirán apoyando la inmigración, y enviando aún más dinero y armas a la guerra de Ucrania", añadió.

Un día después, el diario italiano 'Corriere della Sera' publicó un artículo detallando el enfado de otra de las figuras políticas de Europa: la italiana Giorgia Meloni. Según el periódico, la primera ministra transalpina, que se ha posicionado como una persona capaz de aupar a políticos a las altas esferas, o destronarlos, se mostraba resentida por haber sido dejada al margen mientras se celebraban las negociaciones bilaterales. Así, Meloni se negaba a aceptar una selección "preestablecida" sin haber mantenido antes un debate "serio y en profundidad" sobre las elecciones.

A continuación, un tercer signatario entró en liza para expresar sus quejas: Petr Fiala. El checo relacionó la geografía de su país con sus pretensiones de poder.

"Las reglas son claras. Las candidaturas a los puestos más altos de las instituciones europeas deben respetar los intereses políticos y geográficos", escribió Fiala en una publicación en las redes sociales. "La República Checa está en el centro de Europa. Nuestra futura cartera debe reflejarlo", añadió.

Políticos que se han quedado al margen

Las quejas expresadas por Orbán, Meloni y Fiala se derivan de un rasgo común que les une: ninguno de ellos pertenece a las tres familias proeuropeas. Unos grupos formados por el PPE, los socialistas y los liberales que durante décadas han dominado Bruselas.

Aunque esta influencia ya no es lo que era, la "gran coalición" sigue contando con la mayoría en el Parlamento Europeo y controla el Consejo Europeo, con cerca del 75% de los jefes de Estado y de Gobierno, en torno a la mesa.

En su opinión, estos números son lo suficientemente sólidos como para mantener la tradicional práctica de regateo que dicta que los principales puestos se asignen al PPE, los socialistas y los liberales en función de sus resultados electorales. Aunque esta forma de trabajar ha sido criticada por ser identificada como 'acuerdos de trastienda carentes de transparencia', ha garantizado la estabilidad y la previsibilidad en el ciclo de elaboración de políticas del bloque comunitario.

Sin embargo, para Orbán, Meloni y Fiala soplan vientos de cambio. Para ellos, el aumento del apoyo a los partidos más conservadores y deextrema derecha en las elecciones celebradas a principios de junio es el inicio de una revisión más amplia de las antiguas normas de la UE, empezando por el reparto de los altos cargos. Sus voces, reforzadas por el apoyo de los votantes, deben ser escuchadas y reconocidas con mayor autoridad, según su pensamiento.

"El resultado de las elecciones europeas es claro. Los partidos de derechas se han fortalecido, y la izquierda y los liberales han perdido terreno", afirmaba Orbán. "¡No cederemos ante esto! Uniremos las fuerzas de la derecha europea y lucharemos contra los burócratas proinmigración y proguerra", declaraba.

Imagen en la que aparece el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, junto a su homóloga italiana, Giorgia Meloni.European Union.

La aritmética, sin embargo, pinta un cuadro bastante diferente. Aunque los nacionalistas han avanzado, no han llegado a alcanzar el elevado número de votos que preveían los sondeos. En la próxima legislatura serán más numerosos, pero seguirán siendo minoría. La 'gran coalición' tendrá una mayoría de más de 400 escaños, sobre un total de 720 espacios en la Eurocámara, que podría superar los 450 eurodiputados con la incorporación de Los Verdes; un número suficiente para garantizar la estabilidad del organismo.

Por el contrario, el grupo de extrema derecha compuesto por los Conservadores y Reformistas Europeos, ECR, y el grupo de extrema derecha Identidad y Democracia, ID, tendrían juntos más de 130 escaños. Una cantidad que podría ampliarse si algunos miembros de los políticos no inscritos en grupos se unen a sus filas.

En el Consejo Europeo, donde se toman las decisiones políticas al más alto nivel, las cifras están más marcadas. El ECR cuenta con dos representantes, Meloni y Fiala, y el ID no tiene ninguno. Orbán, que no está afiliado, ha puesto sus miras en el grupo ECR. Su candidatura, sin embargo, se encuentra con la resistencia de los miembros del grupo que se muestran a favor de Ucrania, incluido el partido de Fiala.

Conscientes de su fragmentación, las figuras del grupo ID han promovido conversaciones para formar un supergrupo de derecha radical que amplíe su influencia. Sin embargo, el esfuerzo ha sido infructuoso hasta ahora y las negociaciones hacen frente a desacuerdos ideológicos entre las diferentes fuerzas políticas, en particular sobre Rusia y China.

Aunque surgiera ese supergrupo fuera capaz de superar a los socialistas como segunda formación política del Parlamento Europeo, no alteraría los resultados de las elecciones. El equilibrio de poder en la Eurocámara y el Consejo Europeo sería el mismo, con el centro en posesión de suficientes votos para garantizar que los puestos más altos se pongan en manos de quienes quieren fortalecer, y no debilitar, el proyecto de integración europea.

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